Tribus urbanas: la involución de la sociedad

| lunes, 20 de julio de 2009 | |

Desde pretéritos tiempos la búsqueda de la identidad propia ha sido el problema de los jóvenes. Esta problemática adolescente persiste hasta tiempos actuales ubicándonos en la primera década del siglo XXI, en Chile, con el surgimiento de las “tribus urbanas”. Lo expuesto a continuación muestra como estas pseudo organizaciones llevan, a futuro, a un colapso en la sociedad.

Al caminar por la calles de Santiago se puede observar una infinidad de seres, desde los autóctonos “pokemones” hasta cosas un poco más elaboradas, como los góticos. Y digo “cosas”, pues estos chicos, más que un ideal a seguir, más que un ser humano tratando de romper barreras y ejercitando el intelecto, más que buscar un rumbo en la vida, se preocupan netamente de la estética y lo que está pegando recientemente en el mercado. Y es este síntoma el que debería preocupar a la ciudadanía: los jóvenes de hoy en día, la mayoría, no son sólo más que una masa que sigue el movimiento de la corriente y se deja llevar, cual hoja en un río.

Las tribus urbanas causan en los jóvenes justamente lo que ellos no quieren: una imagen global. A esta edad, los adolescentes buscan diferenciarse de sus pares, pero caen en la incoherencia de terminar siendo parte de un grupo en donde todos escuchan y visten de igual forma. He visto la deshumanización de personas que terminan siendo fagocitadas por estas masas andantes.

Usaré como ejemplo 2 tribus urbanas bastante conocidas, ambas sin mucha consistencia en su pensar: los emos y los pokemones. En el primer caso estamos en presencia de jóvenes desconformes, pero no saben de qué lo están. Quieren estar contra el mundo, pero viven a expensas de sus padres, exigiendo zapatillas Converse o Vans y pantalones y poleras apretadas, compradas generalmente en tiendas especializadas en el sector centro de la capital. Sufren innecesariamente, se cortan, lloran, intentan matarse (sin la intensión de hacerlo, claro; es sólo una especie de llamada de atención) y creen en un mundo cruel y despiadado que sólo les da angustias y penas, pero no hacen nada al respecto. Los pokemones, por su parte (llamados así de forma despectiva y que ellos, “inteligentemente”, adoptan y abrazan con orgullo) son un sector de jóvenes sedientos por perder su condición de inmaculados. Son seres que viven la vida presente sin pensar más allá de lo que viene. Viven despreocupados de la problemática social, inmersos en bailes que exacerban la hipersexualidad y la degradación de la mujer, al ser vista como un objeto de depósito seminal. En ambos casos se vislumbra carencias afectivas en el núcleo familiar (búsqueda de cariño mediante métodos poco ortodoxos) y, a futuro, seres inoperantes socialmente, pues su intelecto es vacío por su no cultivación durante su etapa en donde el aprendizaje es mayor.

Pero es acaso esto culpa de los mismos jóvenes. No. Esto es un problema que viene de atrás. Todo esto pasa luego de un oscuro periodo en Chile: el golpe militar y el adoctrinamiento de las masas por parte de las fuerzas armadas. Sí, triunfó el “no”, pero las manos que actuaron el ’73 siguen ahí, desde atrás, manejando medios. Y son estos los que influencian al “futuro de Chile” a vivir sin pensar. Las generaciones anteriores lucharon por sus ideales, tenían ideales, convicciones. La generación actual carece de esto; se mueve por lo que dice una tipa semidesnuda en la TV o un delincuente que a duras penas sabe hablar y compone unas líricas asquerosas.

Cabe preguntarse, entonces, si esta involución de la sociedad fue o es concertada. Lo más probable es que sí, pues los terratenientes y el empresariado necesitan de mano de obra fácil de manejar, lo que se logra teniendo seres vacíos, sin la capacidad de pensar, de cuestionarse lo que sucede y que simplemente obedecen, de forma consciente o inconsciente, lo que el empleador les dicta.

¿Existe, entonces, una solución a esta problemática? Por supuesto: la educación de calidad y el estímulo a las generaciones venideras a que desarrollen el intelecto y la duda. Pero el problema es que la educación es movida por los poderes fácticos. Por lo tanto, nuestra esperanza de cambio y resurgimiento cae en los hombros de aquellos que no han caído en la doctrina del aneuronalismo y que cuestionan y actúan.

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