Dualidad

| miércoles, 4 de febrero de 2009 | |
No tenía muy claro si había llegado al cielo o al infierno: no veía ángeles, demonios ni de hecho nada más que gente corriente realizando acciones cotidianas. Me dirigí a una pareja que estaba sentada en un banco, charlando. “Perdonen” –dije en voz baja- “Tal vez podrían indicarme... No estoy seguro de si mi comportamiento en vida me ha hecho merecedor del paraíso o si en cambio... En fin, ya me entienden, ¿no? ¿Dónde estamos?” Mientras hablaba no pude evitar darme cuenta de que el hombre parecía muy desgraciado, diríase que al borde del llanto, mientras que la mujer estaba sonriente y aparentemente muy feliz. El hombre me contestó con voz grave: “Es fácil de entender, aunque tan cruel... Esta mujer me amaba sinceramente, con todo su corazón, pero yo la ignoraba porque ya estaba casado y quería tiernamente a mi esposa. En vida cometí múltiples actos de maldad, y tras morir mi castigo fue permanecer toda la eternidad junto a esta mujer, separado por siempre de mi adorada esposa. Yo estoy en el infierno, y...”. “Y yo estoy en el cielo” –le interrumpió la mujer, radiante– “Él es mi ángel y yo soy su demonio. Busca a tu acompañante, recién muerto, y sabrás sin duda a dónde has ido a parar”.

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