Ortodoncia pendiente.

| viernes, 20 de agosto de 2010 | |
Corría, rauda y veloz, al local de comida rápida para buscar nuggets y alimentar a sus 8 hijos, de nombres ingleses adaptados al español y 5 apellidos distintos, donde sólo coincide el materno. Ya con el contenido en una bolsa de colores y cuya desintegración tardará 200 años, la señora de nimios y escasos dientes corre, mientras su voluptuoso cuerpo se mueve en una coreografía grotesca. Llega a su casa, construida de pedazos de madera, latas y cubiertas poliméricas de poliamidas. Pasa a un salón donde hay una especie de lavatorio, donde enjuaga sus gruesos apéndices. Luego se sienta a la mesa -digna improvisación de una antigua puerta- y llama a sus pequeños, mientras enciende su LCD de 53' y el decodificador de la televisión satelital.

El último cómputo arroja como vencedor al candidato de los empresarios. La señora, de un Ecuador tan amplio que perfectamente podría generar su propio campo gravitatorio, sonrío de júbilo. Esa mueca en su cara se muestra adefésica, con dientes minúsculos y negros (claro, cuando los hay). Toma su cartera, se pinta los labios, toma la 210 y va a Plaza Italia a festejar por "el cambio y la igualdad" junto a otras señoras de dientes picados y aspiracionismo a flor de piel que serán vistas por sobre el hombro por aquellas mujeres de esbelta figura y dorados cabellos, con apellidos vinosos.

La señora llega a su destino, comienza a saltar y abraza a una joven. Ésta la empuja, le pasa su billetera y sale corriendo. Cuenta el dinero y se proyecta con la contratación de un nuevo decodificador para su choza. Y sus 8 hijos, de nombres ingleses adaptados al español y de distintos apellidos, en casa, jugando con el bracero que su madre dejó prendido.

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