Es increíble como el tiempo pasa: estamos más grandes, más adultos (aunque, siendo sincero, somos una masa de quinceañeros no asumidos), con más plata y más "poco sanos". Ya no soy el niño de 16 años de la primera vez. Ya no viajamos en bus. Tengo 23 años y viajé en auto, con los mismos que vamos, año tras año, a cierto lugar del litoral central.
El tiempo pasa, las amistades perduran (y la ridiculez de un grupo conformado por amigos de toda una vida también).
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