No soy muy bueno escribiendo de lo bueno, porque, generalmente, soy un amargado antitodo que le busca hasta la doceava pata al gato con tal de mantener mi acibarado modo de pensar. No soy bueno escribiendo de la felicidad porque encuentro que, estando en mis lapsus tristes y oscuros, veo e interpreto mejor el mundo.
¿Qué le pasó a mis entradas diarias al blog? Murieron porque no tengo rabia. Y toda la culpa es tuya, que me tienes feliz desde hace ya 2 años y algo (sí, señor lector, más de 2 años... saque cuentas y tráteme de poco hombre).
Me he convertido en un ser feliz, que se contenta con estar al lado tuyo y cerrar los ojos. Me he convertido en un ser sensitivo, que anda descalzo en el pasto (y se sorprende de los estímulos). Creo, incluso, que hasta me he vuelto más social (nota aparte: en estos momentos uno de mis gatos lame vigorosamente mis mejillas; vaya manía). Entonces ¿Por qué no escribo sobre ti? Porque no tengo esa nube negra que movía mis dedos y hacía funcionar mi cerebro. ¿Por qué? Por el mismo motivo que te repito día a día: te amo.
PD: en todo este rato, Dez, mi gato, no ha paro de saltarme encima y empezar a lamerme y morderme los dedos.
1 comentarios:
21 de noviembre de 2010, 16:31
Eso, Amor, era lo ke que kería hace mucho tiempo...
Claramente una mirada vale y dice mucho más que mil palabras...
Te amo, Momo feliz.
pd. gedlerco
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