¿Cómo llegué a este estado? Me carga asumir que es la edad. Me carga admitir que no mandé a la mierda la camisa y la corbata que me regalaron, porque, para variar, estoy en la edad de recibir ese tipo de regalos. Lo peor es que el desánimo se extiende más allá de la navidad e incluye cumpleaños y otras fiestas donde todos deberían ser felices. La llegada del verano o d elas vacacione sno es como antes, con esa sensación de liberación. Finjo que soy feliz, esbozo una sonrisa, unos cuantos jajás y listo, pasó piola, pero en el fondo me importa un reverendo pico todo lo que pase. A veces tomo de aburrido, para no matar el ambiente, pero ni ganas de alcoholizarme tengo. ¿Será esto una crisis? Puede ser, puede que no asuma mi condición actual, puede ser el miedo a verme como una familia distinta, aparte, un día domingo, con sandalias, un short sobre las rodillas (y bien puestos) y una polera manga corta con cuello, regando el pasto. Siento que tengo 24 años y la vida se me va, porque no hago nada más interesante que estar echado frente al PC, porque todas mis amistades andan con sus parejas de un lado a otro y no tienen tiempo para, simplemente, caminar y vagar por la calle, sin rumbo, hasta el otro día, como antaño. Poco a poco dejo de emocionarme, dejo de sentir y me vuelvo un ser sin adrenalina en el torrente sanguíneo. Nada me llena, nada. Me lleno de responsabilidades, algunas que me corresponden y otras no, pero me lleno al fin y al cabo.
Hoy lo admito: no le veo sentido a mi vida, pues las emociones se fueron; quedaron en San Sebastian, en la plaza, en años pasados.